1. Tener un lugar de estudio limpio y ordenado.
De esta manera sabremos en todo momento dónde está cada cosa, no perderemos tiempo buscando partituras o lápices o bolígrafos o el afinador o el metrónomo o la boquilla.
Además, que el lugar donde vayamos a sentarnos nos guste, hará que el tiempo que pasemos allí sea más agradable. Tu lugar de trabajo es un reflejo de tu personalidad (igual que lo es tu carpeta de partituras o el estuche de tu instrumento), así que adorna este espacio con cosas que te motiven y que te llenen de felicidad.
Un lugar de trabajo desorganizado nos hará perder tiempo y concentración, e incluso puede generarnos distrés (es decir, estrés del malo del que ya
hablaremos otro día más en profundidad). En cambio, un lugar de trabajo
organizado hace que estés centrado y que puedas sentarte a realizar tu tarea de manera óptima y eficaz, evitando distracciones.
2. Establece objetivos y metas.
¿Nos vamos a sentar a estudiar por estudiar o nos vamos a sentar a estudiar porque tenemos un recital, un concierto o un examen? ¿Cuál es la meta? ¿Qué es lo que hace que me tenga que sentar a estudiar? Pon en claro tus objetivos y aplícales el filtro SMART: que sean específicos, medibles (que puedas medir el avance), alcanzables (no te metas en obras que no puedas abarcar), realistas y relevantes (es decir, que de verdad te motive lograr ese objetivo y sea importante para ti) y que estén enmarcados en el tiempo (vamos, que algún día vaya a realizarse).
Por ejemplo, para mí a día de hoy un objetivo es estudiar las siete canciones populares de Falla para trompeta y piano porque en noviembre tengo un concierto. ¿Lo ves? Es específico, puedo medir el avance de la obra si mejoro semana a semana, es alcanzable porque entra dentro de mi nivel, para mí es relevante porque me apetece tocar con mi mejor amiga y además es en otra isla (lo cual me hace aún más ilusión), y está enmarcado en el tiempo ya que lo realizaremos en noviembre.
3. Planifica.
Seguro que ya has comprobado que estudiar a lo loco y “pegarte atracones” no sirve de mucho. Lo mejor para optimizar al máximo nuestro tiempo de trabajo (porque sí, estudiar también es un trabajo) es planificar. Y para planificar con éxito, hay que seguir varios pasos:
- El primero es decidir cuánto tiempo al día vamos a dedicarle.
- El segundo es decidir qué vamos a hacer dentro de ese tiempo. Recuerda: incluso dentro del tiempo que asignes, por ejemplo, para la técnica, tienes que detallar qué ejercicios vas a hacer, cuánto vas a tardar, si vas a poner metrónomo o no… Y con las obras igual. Al final se trata de preguntarnos cuál es el objetivo que queremos alcanzar, por ejemplo, este mes. Luego, si quiero lograr eso, ¿qué pequeños objetivos tendré que ir alcanzando cada semana? ¿y qué objetivo tendré que conseguir día a día para llegar al objetivo de la semana?
4. Haz un horario.
“¡Pero si acabo de planificar, Laura!” Ya, es que resulta que planificar no es lo mismo que organizar un horario. Te explico: tú has planificado para alcanzar un objetivo en un cierto período de tiempo. Ahora toca organizar tu tiempo (primero semanal y luego diario) para que se materialice.
Hay muchos programas que nos ayudan a esta tarea (Google Calendar, por ejemplo). Primero, se trata de establecer a qué hora vamos a empezar nuestro día y a qué hora lo vamos a terminar. Luego, rellenamos con aquellas tareas que son inamovibles, que tenemos que hacer sí o sí (comer, trabajar, ir a clases…) y después, en los huecos que queden, tenemos que incorporar aquello que queramos hacer: estudiar, hacer deporte, cocinar… ¿Cuánto tiempo vas a dedicar a cada tarea y en qué momento del día?
5. ¿Falta de motivación? Haz la prueba de los 5 minutos.
¿No hay manera de que te pongas a estudiar? Vale, te propongo esta prueba que es muy sencilla: ponte una alarma o temporizador de 5 minutos y ponte a estudiar solo por este tiempo. ¡Cinco minutos de máxima concentración! ¿Qué pasará cuando suena la alarma? Pues que tu cerebro ya está metido en la tarea que le has asignado, y ya no le importará seguir haciéndola. Por lo tanto, puedes seguir estudiando otro rato más. ¿Qué te parece?
6. Haz pausas durante el estudio.
No sé si lo sabes, pero nuestro cerebro no puede mantener los mismos niveles de concentración todo el tiempo. De hecho, lo que sucede es una curva, donde al momento de comenzar una tarea apenas estamos concentrados y luego va aumentando durante un período exponencial hasta que, finalmente, vuelve a caer. Cuando llegamos a este
último punto, debemos descansar. ¿Por qué? Porque es una señal de que
nuestro cerebro no puede más y da igual lo que hagamos: no va a aprender
nada de lo que queramos enseñarle.
Hay varias maneras de pausar durante el estudio. Yo te recomiendo el método Pomodoro: se trata de dividir el estudio en intervalos de 25 minutos y dejar 5 minutos para descansar.
Lo más recomendable siempre es hacer 4 bloques de 25 minutos (2 horas de estudio) y luego descansar por 15 minutos o media hora, depende de lo cansado que estés. Si ves que han pasado 25 minutos y aún sigues concentrado, sigue por otros 25 minutos y luego descansa 10. ¡Siempre de 25 en 25!
7. Planifica el descanso.
La idea es no saturarnos ni sobrecargarnos de trabajo. Nuestro cerebro también necesita descansar y oxigenarse, así que igual que asignas tiempo a estudiar (y a trabajar), reserva tiempo para ti y descansa.
Quizá lo tuyo es el deporte y te gusta salir una hora a correr. O quizá para ti descansar es leer un libro, ver una película o una serie nueva a la que te has enganchado. ¡Perfecto! Sea lo que sea, no dejes de hacerlo: nuestro cerebro también necesita recargar pilas.
Consejo extra para mejorar la concentración: medita.
La concentración es la capacidad de mantener nuestra atención en un único objeto por largos períodos de tiempo y sin dejarse llevar por distracciones. ¡Sorpresa! Igual que la meditación.
Aquí te dejo un artículo de Felix Torán en el que te explica cómo empezar a meditar y qué beneficios puedes obtener de esta práctica.
